lunes, 11 de abril de 2011

ONCE; de centro comercial frenético a la marginación

La actual Plaza Miserere tiene un frenético ritmo comercial diurno que cambia con la caída del sol, cuándo aparece en sus calles un escenario lleno de montículos de basura y la ronda de la marginación.
El Once o -Eleven- como bautismo moderno (su nombre proviene de la terminal de ferrocarril situada en el centro de la zona, Once de Septiembre que recuerda al 11 de septiembre de 1852, fecha en que Buenos Aires se separó del resto de la Argentina) y se considera a la intersección de las avenidas Pueyrredón y Corrientes como una esquina del barrio Balvanera que en época pasada se distinguía por lo bucólico, que quedó como un capricho para las crónicas policiales que la describen como "Balvanera" en sus prontuarios.
Hoy su presencia independentista del Once como popularmente se la sigue llamando se manifiesta a través del clásico frenesí comercial y de los personajes prosaicos que la circundan con las tradicionales colectividades judía y coreana y que suman como la más nuevas, a la peruana y boliviana, dónde por sus calles se irradian también un profundo dolor. En su pequeño perímetro (de unas 80 manzanas) se produjeron las dos tragedias argentinas de los últimos años: el atentado a la AMIA y el incendio de Cromagnon que sumaron trescientos setenta y siete muertos en total.
Por la noche empieza la trajín nocturno que ofrece una propuesta tentadora al igual que peligrosa por las inmediaciones de la plaza Miserere, que a pesar de las cámaras de seguridad y la frondosa iluminación, viven "los pirañitas" como les dicen los peruanos a las bandas de chicos rateros. "No le des pelota, seguí caminando tranquilo pero andá con cuidado", advierte una peruana que todas las noches monta su comercio callejero de ceviche en la esquina de Mitre y Pueyrredón, a 25 pesos el plato.
A las tres de la tarde de un martes en Lavalle y Larrea ésto es como Hong Kong o la zona comercial de cualquier otra ciudad grande; "donde muchos vienen a buscar lo que no encuentran en ningún otro lugar...pero en el Once lo encuentran", y si nó, no existe, explica un comerciante de origen judío, una comunidad que transformó la zona de ésta ciudad en su tierra prometida, porque la hizo crecer manteniendo sus tradiciones con sus templos y sinagogas, escuela Talpiot, la Sociedad Hebraica y Macabi con sus comercios de tela y ropa. Su aporte sociocultural de los judíos desde Once hacia el resto de la ciudad fueron los teatros de la colectividad, como el IFT (Idisher Folks Teatrer), el Corrientes y el Soleil, periódicos y radios, buenos escritores y cineastas surgieron de éstas calles que mantienen su epicentro entre las avenidas Córdoba y Corrientes, y Riobamba y Pueyrredón.
En cambio, desde Corrientes hasta Rivadavia, los letreros en idish cambian por el lenguaje hangui del "Coreatown": el mismo mundo con distintos carácteres y costumbres.
El Once nocturno es completamente distinto del diurno por todo su fragor, y la locura diaria desaparecen por completo después de las 20. No hay más gente cuando los últimos trenes se van de la estación y dejan una marraña de personajes de la noche y en los alrededores de la estación que hace un hueco receptivo de gente opacada por cerveza y el paco, dispuesta a sobrevivir en la calle, con prostitutas que trabajan en la plaza, malandras fracasados y algunos trasnochados fatigados que perdieron el último tren.
"El barrio se vuelve muy bravo; después de las 22 se vuelve un basural como una zona olvidada de la ciudad" y cruzar a pie el túnel que pasa debajo de las vías del Ferrocarril Sarmiento por la calle Jean Jaurés, se hace peligroso al comunicase con la desaparecida calle Bmé. Mitre (sepultada por las ruinas de basura de Cromagnon), puede acarrear serios problemas.
Los coreanos llegaron a Once hace tres décadas, pero comenzaron hacerse fuertes a partir de los años ochenta con las marquesinas de los comercios de prendas de talles "para gordos... y súper gordos"; están "Mundo Peluche"; "Adolfo Perchas"; "La Casa de las Fajas"; "Paseo de compras + de 200 locales" que según algunos cálculos hay más de 3400 comercios en la zona de Once.
Uno de los cambios comerciales más polémicos de los últimos años fue la instalación de grandes complejos subdivididos en locales tipo La Salada (11 Elefantes) "con marcas famosas de prendas" pero de manos "esclavas", y  algunos comerciantes temen que ésta tendencia aliente la informalidad... y los descontroles.
Once desnuda muchas cosas comercializadas en otras zonas de la ciudad a simple vista, como -ropa de niños, bijouterie-, que pueden conseguirse a precios bastante más baratos.
De la oscuridad de ésa cueva urbana surgen las voces underground del barrio que al parecer es la parte informal de la zona donde puede ocurrir algo trágico en la ciudad por su inseguridad, que se compensa para aquelos que buscan su gastronomía peruana abundante que instalaron como un hito en la costumbre argentina el ceviche, salvo los judíos que no participan porque tienen sus propias comidas pero que muchos de los peruanos fueron sus empleados y ahora propietarios de dichos comercios.
Lo cierto que como zona liberada es uno de los puntos de más robos y prostitución callejera donde como una quimera las personas se mueven de a cientos por el atractivo que ofrecen las compras, su estación de trenes y el subte que permite movilizarse al centro de la ciudad.