martes, 28 de diciembre de 2010

Psje Seaver; "De la ... misteriosa Buenos Aires"


En aquellos tiempos de los que no hace tanto y se bailaba el Rock and Roll y los muchachos se peinaban con raya al medio y alisaban con fijador glostora antes del 70, existía una calle cortada entre los edificios que bajaba hacia el rio entre Posadas y Libertador, y que hoy su tramo final se la apropió la autopista Illía, donde por sus adoquines desparejos desfilaron bailarinas de cabaret y artistas plásticos que la recorrían, a lo largo de sus escasos150m antes que en 1978 la topadora le pusiera fin y convirtiera en leyenda; el Pasaje Seaver.
Para compensar el desnivel de aquella barranca una escalera doble se elevaba el mejor estilo parisino del Montmarte, y recordaba por su nombre al marino Benjamín Franklin Seaver, un norteamericano que como muchos de entonces se jugaron por la causa de la libertad y venían de militar de tiempo atrás en la armada naval a las órdenes del almirante Guillermo Brown en aquellas batallas del Rio de la Plata.
Algunos de los lugareños que la frecuentaban la llamaban el "Caminito del Barrio Norte" como el paralelo que reunía al ambiente bohemio del Caminito de la Boca en su época de esplendor, y no era desacertado suponer que en el Seaver vivieron y trabajaron escultores como Gonzalo Leguizamón Pondal y Ana Vieyra de Pallavicino, la bailarina rusa Ekaterina de Galanta y la pintora libanesa Bibi Zogbé entre muchos otros.
El pasaje Seaver tenía lo suyo pero tampoco desbordaba el intelecto, se encontraba cerca el Can Can, un cabaret de los primeros travestis en Buenos Aires y Mi Casita un local famoso por servir panchos a la moda, entremezclado con dos almacenes y una fonda que frecuentaban los taxistas que le ponían la atmósfera de tregua en una parada de descanso al trajín porteño en su callecita escondida adornada con faroles de estilo europeo.
Ante ése paisaje romántico no era difícil descubrir a Xenia Monti o May Avril artistas francesas llegadas con el Folies Bergere para quedarse enamoradas de ésta ciudad.
En 1974 el avance de la avenida 9 de Julio era incontenible y se intentó salvar aquél pasaje porteño pero fracasó en su intento, porque en 1912 se había resuelto que dicho espacio estaría reservado para la "avenida más ancha del mundo"; la 9 de Julio.
Sólo ese pasaje fue después inmortalizado y recordado por Ernesto Sábato en su libro "El túnel" y Eduardo Mallea en "La ciudad frente al rio inmóvil", y que fuera parte del nuevo tramo de la autopista, al quedar solo el recuerdo de que alguna vez fue del Seaver, y que ahora acompaña sobre su costado una mansión de un hotel cinco estrellas que usaron en su visita musical los integrantes del los Rolling Stones, y a metros más allá se encuentra el Palacio Ortiz Basualdo rescatado por la sede de la Embajada de Francia y que tuvo más suerte de ser salvado por los vecinos al permitir modificar su traza en la avenida para quedar como un símbolo de la Belle Époque.